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Una torta de cumpleaños para da Vinci

El escándalo en el se ha visto involucrado Suecia ahora incluye una ministra de cultura, una torta con forma de mujer, una celebración de cumpleaños y varias organizaciones estatales.

La Asociación Internacional de Artistas (IAA por sus siglas en inglés) decidió declarar el 15 de abril como el Día Mundial del Arte (World Art Day) con la idea de que sea un día en el que los artistas y amantes del arte a nivel mundial celebren la importancia del arte en las vidas de todos. Se escogió el 15 de abril por ser el cumpleaños de Leonardo da Vinci. La idea de la IAA es que esta celebración se haga en museos y galerías de todo el mundo y que gire alrededor de un tema sobre el que se hagan paneles y se generen discusiones. El tema de este año fue “censura y libertad de expresión”, un tema provocador en sí.

En Suecia, el evento fue celebrado por la asociación sueca de artistas (KRO por sus siglas en sueco) en las instalaciones del Moderna Museet en Estocolmo, evento que además coincidía con el 75° aniversario de la asociación. La forma tradicional en la que el mundo occidental celebra cumpleaños y aniversarios es comiendo torta, así que KRO, siendo la organización artística que es, invitó a un pequeño grupo de artistas suecos a hornear tortas para la celebración y a la ministra de cultura para aparecer en el evento.

Hasta el momento, no hay cuenta de las tortas que se presentaron para el evento, porque la atención se la llevó toda una sola torta, la presentada por el artista sueco-africano Makode Linde. La torta tenía la forma de un voluptuoso torso de mujer, la cubierta era negra y las formas abundantes: era una mujer africana. La torta estaba dispuesta de tal manera que en el lugar de la cabeza, lo que sobresalía era la cabeza del propio artista, pintada de negro, mostrando un blackface (maquillaje caricaturesco usado en Estados Unidos en el siglo XIX para burlarse de la apariencia física de los africanos). Dado el carácter del evento y el estatus de la ministra invitada, se le pidió a esta que cortara la torta. En este momento, se hizo evidente que la torta hacía parte de un performance, ya que en el momento de hacer el primer corte, Linde comenzó a gritar, ante lo cual la audiencia reaccionó con carcajadas. Encontraron este hecho tan divertido que siguieron cortando, para que el artista siguiera gritando con cada corte y así ellos pudieran seguir divirtiéndose. La gritería del artista fue tal, que la ministra hizo lo que haría cualquier persona desesperada ante los alaridos de un bebé: le dio a comer un trozo de torta.

Estas imágenes salieron rápidamente a la luz pública y la ecuación mediática fue básica y simple: mujer negra + cuchillo= mutilación genital femenina. Y así fue como se repartió a los medios, como un acto de burla y barbarie frente a un asunto tan grave como lo es la mutilación genital femenina, aún legal en muchos países africanos. Se entiende entonces que haya sido fácil acusar a la ministra de indolente y racista.

Estos hechos ocurrieron el domingo 15 de abril, a lo largo del lunes las imágenes se regaron por doquier y el martes, tanto la asociación de artistas como el museo involucrado hicieron sus pronunciamientos. KRO se manifestó al respecto diciendo: “quienes están familiarizados con la obra de Makode Linde saben que es un artista cuya obra tiene como temas centrales el racismo, el apartheid y los estereotipos”. El museo por su parte dijo: “es natural que los espacios del museo se utilicen para eventos de carácter cultural, sin embargo no podemos entrar a controlar el contenido de las obras que se presentan (en este caso tortas) ni nos responsabilizamos por los hechos”*. Los dos pronunciamientos, que deberían ser los más importantes y que, finalmente, dieran un contexto a las imágenes, fueron extremadamente cobardes. La asociación de artistas se escudó en una concepción arcaica y elitista del arte: solo los iniciados pueden entender, los demás son unos ignorantes, insensibles y por lo tanto, esto no les concierne. El museo tomó la actitud más cobarde del asunto: “yo no fui”.

Ver las imágenes y saber los temas centrales de la obra del artista, se convirtieron para mi en una interpretación diferente: este era un performance que se refería claramente al colonialismo. Un grupo de personas blancas que consumen con desparpajo y sin reparos un cuerpo negro vulnerable. Continentes que se ofrecen en bandeja para que los blancos puedan tener sus festines, cuerpos no blancos que se perciben como objetos feos utilizados solo para el entretenimiento. Sentirse ofendido es muy fácil y distorsionar hechos, imágenes o palabras para que se ajusten a un discurso provocador, es algo que todos hacemos bien.

El escándalo ha escalado de una manera viral e inesperada. Las acusaciones de racismo no se hicieron esperar, la ministra, el gobierno, el museo y hasta el mismo artista han sido tildados de racistas y hay quienes exigen la renuncia de la ministra. La misma asociación de sueco-africanos encontró el asunto desagradable y tildan a todos sus implicados de racistas. El asunto fue manejado de una manera tan inapropiada, que el martes en la tarde, ¡el Moderna Museet recibió una (falsa) amenaza de bomba! No considero que la ministra sea racista, ni que haya cortado la torta pensando en mutilaciones, ella simplemente hizo lo que consideró era su deber en un evento como ese: cortar el primer trozo de torta. Si algo, se le puede calificar de ingenua, por no pensar un poco más allá cuando vio que el interior de la torta era rojo sangre, por no dimensionar lo que sus acciones podrían transmitir, por no preguntarse el origen de la obra, su significado. Y también se le puede tildar de cobarde, por no querer asumir el debate después. También de ingenuos, torpes y cobardes se puede calificar a los asistentes al evento, porque ninguno se detuvo al ver lo que pasaba, porque todos siguieron riéndose cortando divertidos la torta, porque ninguno quiso ver más allá de la torta como objeto alimenticio y entender su significado y detenerse, reflexionar. ¿No es esta acaso una actitud puramente colonialista? Algunos han querido ver el asunto como una trampa, porque la ministra no tenía más remedio que cortar la torta y convertirse en la personificación del racismo o porque, de haberse negado a cortarla, habrían dicho que estaba censurando una expresión artística legítima y habría ido en contra del tema del día.

La obra se refiere al racismo, porque de una manera ingeniosa generó una imagen simbólica del colonialismo y del racismo: la del hombre blanco que se come las entrañas de un continente negro. La mutilación genital femenina es el punto de partida, pero no el único tema que trata esta obra. Se dice que el ciclo de una obra de arte está completo cuando esta es contemplada por un espectador. El performance de Makode Linde era una obra que necesitaba, no solo de la observación pasiva, sino de la participación de otros para estar completa, para tener sentido, para transmitir su mensaje. Es una obra que no solo se refiere al racismo y a los estereotipos, ¡los grita! Al hacer un performance en el que los invitados se convertían en sinécdoque del “hombre blanco”, se refería también al colonialismo. Linde asegura que antes de hacer el primer corte, la ministra susurró a su oído «tu vida será mejor después de esto». ¡Nada más colonialista que el sacrificio en el nombre de la salvación!

Si toda esta situación escaló de la manera en que lo hizo fue porque los medios de comunicación se encargaron de ello, de difundir una imagen descontextualizada de la obra, de agrandar el asunto basados en una única interpretación de una obra de arte –aquella que resultaba más escandalosa.

Personalmente creo en el arte contemporáneo que hace crítica social, que cuestiona a la sociedad y sus paradigmas. Creo en el arte que cuestiona, que perfora (por trasladar de la fotografía el famoso punctum de Barthes), que no idealiza y que va más allá del placer visual. Creo en los museos como espacio de reflexión, de educación y no solo en ellos como el espacio al que asisten las clases educadas para reafirmarse en su elitismo.

Las reacciones dentro y fuera de Suecia son incontables y en su mayoría tildan todo el asunto de “racista”. El museo es racista, la ministra, el artista, hasta el gobierno lo es. Todos cayeron en la trampa tendida por los medios al difundir estas imágenes descontextualizadas.

La artista sueca Elisabeth Ohlson Wallin es reconocida por tratar en sus obras temas de igualdad de una manera provocativa. Al conocer las imágenes de la ministra y la torta, ha dicho en su cuenta de Twitter que se retracta de una donación de obras al Moderna Museet porque este es, según ella, evidentemente racista. Dice que un museo debe tener control absoluto sobre las obras que presenta. Asegura además que todo sería distinto si al evento hubieran invitado a personas negras. Claro, porque para muchos la igualdad se trata de eso, de cifras, de balance de color o género. (Y si a eso vamos, en las fotos de los asistentes no hay ni un hombre, tal vez la cuota la llenaba el mismo Linde: negro y hombre). Todo esto dicho por una artista que dice abogar por la libertad de expresión del arte…

No es un secreto que los museos, en especial los museos de arte, son considerados elitistas y elitismo en Europa significa esencialmente blanco. Tampoco es un secreto que aquello que nosotros llamamos “La Historia del Arte” es en realidad la historia del arte occidental, sobre todo europeo. La profusión de blanco en este asunto se ve además reforzada por el hecho de que la celebración del Día Mundial del Arte tenga lugar el día del cumpleaños de da Vinci. Hombre. Blanco. Europeo. No existía entonces un mejor momento, una mejor plataforma para hablar de racismo, para evidenciar lo extremadamente elitistas que aún son los museos y fue justamente esto de lo que Makode Linde se valió para crear su performance.

Mientras todos caían en el discurso facilista del racismo, la cadena de noticias Al Jazeera tuvo la brillante idea de entrevistar al artista. En esta entrevista, Linde dice que en su obra utiliza aquellas ideas y prejuicios sobre lo que es ser negro. Habla de la mutilación como algo que se piensa ocurre solo en África y de ello como opresión ejercida sobre las mujeres. Subraya a la vez, que esto es un prejuicio, porque la opresión, bien sea en forma de mutilación o de racismo o de xenofobia, es algo que sucede en todas partes y se ejerce sobre muchos.

Viernes. Casi una semana después, la ministra por fin se pronuncia en un comunicado en el que subraya la importancia del arte provocativo, del arte que cuestiona y en donde dice cómo este performance sí da cuenta del racismo como forma de opresión. Una semana. Le tomó una semana a la ministra llegar a esta conclusión. Le tomó una semana e innumerables artículos y hasta una exigencia de renuncia el llegar a esa conclusión. Una semana para decir que está abierta a un diálogo con la organización sueco-africana sobre cómo contrarrestar la intolerancia, el racismo y la discriminación . Una semana para producir un comunicado en el que habla del racismo ejercido por los blancos en contra de los negros. ¿Y los demás?

Después de una gran e inesperado periplo, esta discusión vuelve a su punto de origen: censura y libertad de expresión. Estas fueron las dos cosas que los medios de comunicación ejercieron a cabalidad. Tomar una imagen, descontextualizarla y difundirla como verdad absoluta de aquello que parece superficialmente, iniciar una campaña de desacreditación en la que ninguna de las partes involucradas fue consultada y a quienes no se les ofreció directamente la posibilidad de expresarse: eso es censura. Despotricar irresponsablemente sobre la apariencia de una imagen, generar caos, valerse de un tema sensible solo para dar origen a un debate desviado y exagerado ¿es eso libertad de expresión?

No es la torta macabra lo que me aterra, sino la actitud sonriente y divertida de los asistentes al evento. Pero lo que más me aterra, es la irresponsabilidad con la que el mundo del arte sueco ha manejado el asunto, es cierto que es típicamente sueco no confrontar, pero cuando la atención del mundo está enfocada en una obra de arte tan provocadora y controversial, debería haber quienes se sobrepusieran a su propia cobardía y asumieran la discusión. Pienso que la obra, lo que significa y las profundas reacciones que genera, son importantísimas, actuales, dignas de discutir de una manera seria, acertada e inteligente. Nunca antes el racismo, la xenofobia y la intolerancia habían sido parte del día a día europeo como ahora. Quedarse en un sentimiento de ofensa inicial y no salir de ahí es superficial, es cobarde y no contribuye a una discusión política que debería tomarse en serio. Lo que sucede en un museo no debería quedarse en un museo, debería salir de sus paredes y cuestionar de manera efectiva a las sociedades que los contienen generando discursos serios y debates que conciernen a la sociedad en general y no solo a la élite que cree tener el código para descifrar las obras de arte.

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* El comunicado de prensa inicial de Moderna Museet ya no existe y ahora aparece redactado de una manera distinta.

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